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CHAPLIN, Charles (1889-1977)

Aquí recopilamos toda clase de material relacionado con un tema o un director de cine concretos.
Charles Chaplin
Charles Spencer Chaplin
(Reino Unido, 1889-Suiza, 1977)

Portada
(wikipedia | IMDb | filmaffinity)


Introducción

    [propia] Director de cine y actor inglés de origen obrero que desarrolló su talento en el cine mudo en EE.UU, en clave comedia/comedia dramática. Su narrativa siempre estuvo del lado de las clases populares, personalizadas en su personaje más recurrente, Charlot. Esta toma de partido y su éxito de público le llevaron a la lista negra del macarthismo y finalmente al exilio de los EEUU (1952), cuando durante un viaje al Reino Unido el FBI de Hoover le revocó el permiso de residencia. Es considerado uno de los mayores cineastas de la Historia.

Chusé Inazio Felices, en "El primer gran maestro: Charles Chaplin (1889-1977)", en Encima de la Niebla, el 7 de febrero de 2021, escribió:[...] Inicios

Charles Chaplin nació en uno de los suburbios más humildes de Londres, el East Lane en 1889, apenas seis años antes de la primera proyección de cine en Paris, por lo que parecía predestinado a dedicarse al séptimo arte. Sus padres trabajaban en el mundo del espectáculo, en números cómicos y musicales de cabaret y variedades. Su madre había tenido un hijo con otro hombre antes, su hermanastro Spencer cuatro años mayor con el que siempre mantuvo una excelente relación, y padecía inestabilidad mental por lo que tuvo que ser frecuentemente ingresada en el manicomio. Su padre tenía problemas de alcoholismo, lo que provocaría su muerte a la temprana edad de 37 años. Por todo ello, Chaplin sufrió un largo peregrinaje por orfanatos y familias de acogida. Afortunadamente su padre le animó a subir a los escenarios y a la temprana edad de cinco años tuvo su estreno. Le gustó, y ya fallecido su padre y su madre frecuentemente internada en el manicomio, inició su vida en el mundo del circo y del espectáculo. Tras una gira por Gran Bretaña y Francia se le planteó la posibilidad de viajar con el grupo a los EE.UU. Una vez allí, el espectáculo no tuvo mucho éxito, pero el primer actor llamó la atención de la prensa y de un productor, Mack Sennett, quien poco tiempo después le invitaría a Los Ángeles y le ofrecería la oportunidad de trabajar en el mundo del cine, haciendo tres pequeñas películas de humor a la semana de dos bobinas, que duraban apenas veinte minutos, y era lo que el público demandaba por entonces. Su tema era siempre el mismo, carreras, bofetadas, tartazos, policías corriendo, cualquier cosa que hiciera reír al publico, en su mayoría emigrantes que no entendían el idioma.


Período mudo

Su primer contrato para el mundo del cine fue con la Keystone en 1914. De este periodo destacaríamos "Charlot camarero", "Charlot y Fatty incorregibles" y "Charlot falso dentista". Apenas duró un año, pues por discrepancias financieras al año siguiente cambió de compañía.

Después firmaría con la Essanay Film Manufactoring (1915 - 1916), cuya sede radicaba en Chicago a donde se trasladó Chaplin. Rodó un total de catorce cortometrajes. De este periodo destacaríamos "Charlot trasnochador", "Charlot portero de banco", "Charlot vagabundo" (1915) donde aparece por primera vez la figura del vagabundo, inspirándose al parecer en uno que conoció en San Francisco. Aunque ya había probado algunos elementos del personaje en anteriores cortos, es en este en el que empieza a configurar el personaje con las características que le harían famoso. También hizo una extraña versión de Carmen, donde parodiaba la por entonces famosa historia, gracias a las versiones de Cecil B. De Mille y Raoul Walsh. En aquel tiempo Chaplin se limitaba a representar lo que le pedían, pero tenía ideas propias que apenas le dejaban llevar a la pantalla.

A continuación firmaría con la Lone Star Mutual Film (1916 - 1917), que le ofreció la absoluta libertad creativa que añoraba Chaplin y un sustancioso aumento de ingresos que apareció en la banda luminosa de la plaza de Times Square en Nueva York, 670.000 dólares por un año de trabajo. Según declaró más tarde, fue la época mas feliz de su carrera. Sin duda aquí encontramos numerosas obras dignas de mención, entre las que destaca "Charlot músico ambulante", donde desarrolla y perfecciona el personaje del vagabundo y profundiza en su estilo como director. Luego vendrían "Charlot prestamista"; "Charlot tramoyista de cine"; "Charlot en la Calle de la Tranquilidad", una de su obras más míticas; "Charlot en el balneario", uno de sus cortos mas logrados; "Charlot emigrante", donde refleja el trauma de los emigrantes que tan bien conocía, incorporando elementos dramáticos que anticipaban las que luego serían sus grandes obras. Y finalmente "Charlot se evade", pura acción y humor.

En esta época es cuando Chaplin perfecciona el personaje del vagabundo como decíamos, de cuya evolución podemos disfrutar hoy gracias al magnifico documental de Bromberg y Lange, con la producción de ARTE Francia, "El nacimiento de Charlot" realizado en 2013 y disponible en RTVE A la Carta.

Desgraciadamente todas las obras de esta etapa carecían de derechos de autor, por lo que las compañías las cortaban, alteraban, cambiaban y distribuían por todo el mundo, sin ningún control de su creador. Así por ejemplo, de Carmen se hicieron copias con los descartes del rodaje, duplicando la duración hasta los 45 minutos.


La cumbre

A continuación vendría el contrato con la First National (1918 - 1923), que le ofreció un millón de dólares por ocho películas y una participación paritaria en los beneficios. Aquí, debemos detenernos en la forma de trabajar de Chaplin. Como buen artista autodidacta, Chaplin no ensayaba ni preparaba apenas nada antes de los rodajes, más allá de un breve esbozo del guion. Simplemente llevaba unas ideas previas y rodaba toma tras toma, con las variaciones que se le iban ocurriendo sobre la marcha, frecuentemente decenas de veces. Esto suponía un gasto en material muy elevado, que a la vez permitía que el metraje desechado por él fuera luego utilizado sin su consentimiento, para alterar sus películas. Se han conservado numerosas grabaciones de esta forma de trabajo, recogida en magníficos documentales. Mientras rodó cortos, el asunto era asumible hasta cierto punto, pero cuando Chaplin se embarca en obras de mayor duración, el coste empieza a ser inasumible hasta para unos grandes estudios. "Vida de perro" (1918) es su primera película de tres bobinas y en ella el dominio de la mímica sobre la palabra alcanza la perfección; "Armas al hombro" (1918), pretendía durar cinco bobinas divididas en tres partes, aunque solo sobrevivió la intermedia, pero consiguió retratar el horror de la guerra a través del humor, por lo que es considerada por muchos críticos su obra maestra antes de "Luces de la ciudad"; igual consideración merece "El chico" (1921), película de seis bobinas en la que continua perfeccionando su lenguaje cinematográfico, alcanzando con la utilización del primer plano en la secuencia final, una intensidad emocional que desató el entusiasmo entre intelectuales como García Lorca, o el apoyo de los surrealistas gracias a la secuencia del cielo.

Todavía trabajando para la First National, descontento con el control al que era sometido, se asocia con el director David W. Griffith y los actores Douglas Fairbanks y Mary Pickford, para crear en 1919 la United Artists (1923-1952), buscando la libertad creativa y huyendo del control de Hollywood. La mayor parte de su obra posterior la hizo para esta empresa, aunque tuvo que esperar a terminar su contrato con la First National, con la que todavía rodaría "Una mujer en París" (1923), que supuso su primer fracaso comercial.


El esplendor

En 1925, realiza una de sus grandes obras maestras: La quimera del oro. En ella nuevamente Chaplin consigue convertir un drama en una comedia, alcanzando con su dominio de la pantomima la perfección y regalándonos secuencias inolvidables para cualquiera que las haya visto, como aquella en la que baila con dos panecillos de pan clavados en un tenedor, o en la que se come las botas con sus cordones. Como era tradición en él, rodó numerosas veces la secuencia, aunque ayudaba que la suela fuera de regaliz y los clavos de caramelo... pero el rodaje se alargó casi un año y medio. Fue un éxito de público apoteósico. Después, vino su momento de mayor esplendor, logrando realizar tres auténticas obras maestras seguidas.

La primera de ellas fue "Luces de la Ciudad" (1931), que como decíamos al principio es para muchos su mejor película. Para entonces ya había surgido el cine sonoro al que Chaplin se oponía con vehemencia, pues consideraba que las palabras son inútiles y además molestan al verdadero arte. Un rótulo inicial nos informa de que estamos ante una “comedia romántica en pantomima». El comienzo de la película es ejemplar en este sentido, pues en la inauguración de una estatua, las palabras de los altos dignatarios resultan inaudibles ante el ruido de la calle... En una brillante metáfora de inspiración brechtiana, salva a un millonario borracho de morir ahogado, que sin embargo no lo reconoce cuando está sereno. En la secuencia clave, Chaplin se enfrenta a uno de los mayores retos de su carrera. y cuenta la historia de una florista ciega que confunde a un vagabundo con un rico hombre que la ayuda. Después de casi dos años de rodaje, donde su meticulosidad e improvisación simultánea le llevaron a rodar centenares de pruebas descartadas, Chaplin no encontraba la solución. Tampoco ayudaba, el que durante el rodaje falleciera su madre, lo que le sumió en una profunda melancolía y se volvió irascible durante el rodaje de las repetidas tomas. Al final encontró la solución, que ha pasado a la historia del cine como una de sus grandes secuencias. No se puede explicar con palabras, es inefable. Hay que verla, es puro cine con mayúsculas. Chaplin no solo consigue con esta auténtica obra de orfebrería, reafirmarse en su idea de que la palabra era innecesaria, sino que además molestaba al verdadero arte. Se trata de una historia dramática llena de humor excepto en la escena final. Terminó la película tras más de dos años de trabajo.

Para el público español conviene recordar que por primera vez escribió y dirigió la banda sonora, aunque no toda ella era original, pues el tema central que identificaba a la florista, estaba basado en "La Violetera" que Chaplin había escuchado en la voz de la aragonesa Raquel Meller durante un viaje a Barcelona. Quedó fascinado por ella y le ofreció protagonizar la película, pero no logró convencerla, aunque sí se llevó la canción, pero sin ponerlo en los créditos. Padilla tuvo que demandar en los tribunales a Chaplin, hasta que en 1934 fue reconocida su autoría.

La cinta fue un verdadero éxito de critica y público, superando en recaudación a las películas habladas, aunque Hollywood la ignoró por completo en la entrega de los Oscar de ese año. Sin embargo, hoy está considerada unánimemente como una de las mejores obras de la historia del cine.


El sonoro

Pocos años después y para disgusto de Chaplin, el sonoro se había implantado definitivamente. Se encontraba solo y deprimido, estando a punto de dejarlo todo e instalarse en Hong Kong. Esta situación fue una verdadera tragedia para muchos artistas que habían sido multitudinariamente famosos con el espectáculo circense o el cine mudo, y no supieron adaptarse. El cine hablado no solo acabó con el mudo, sino con el circo entendido como el gran guiñol de la pantomima, que reunía a miles de espectadores cada noche. Tal es el caso de Marcelino, admirado por Chaplin y Keaton, quien llegó a decir que era el Mejor Payaso del Mundo. La trágica historia del aragonés ha sido llevada al cine con magistral empeño por Germán Roda con la interpretación de Pepe Viyuela y Laura Gómez-Lacueva, recreando los números cómicos que le hicieran famoso, y cuya vida acabó trágicamente, como la de tantos otros. La trayectoria de Chaplin fue un éxito, pero en realidad la suya fue una excepción, pues lo que le ocurrió a Marcelino le sucedió a muchos artistas de su época, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos, como el propio Keaton entre otros. "Cantando bajo la lluvia" (1952) también incide en este periodo, pero de forma cómica.

Su segunda realización fue otra obra maestra, "Tiempos Modernos" (1936). La Gran Depresión de 1929 había dejado millones de parados, largas colas de vagabundos que esperaban por un plato de comida, mientras el maquinismo dejaba a muchos obreros sin trabajo. Para entonces el cine sonoro ya se había implantado como decíamos, y Chaplin no tuvo mas remedio que incorporarlo en su película, aunque fuera a regañadientes. Gira en torno a las desventuras de un operario que realiza un trabajo repetitivo en la fábrica, víctima de la deshumanización de las máquinas. Tiene secuencias inolvidables, como la de los patines en unos grandes almacenes o la de la manifestación de obreros que al girar una esquina sigue a Charlot con una bandera roja, por la que fue acusado de comunista, al pensar los censores que defendía las ideas socialistas, pero más critica quizá con las masas que siguen a los líderes ciegamente. O aquellas, donde de nuevo se burla del sonoro, cuando baila improvisando y cantando en una jerga ininteligible, haciendo reír al espectador que a pesar de ello la entiende, escena que ha pasado a la historia del cine. Chaplin se despide aquí de Charlot, que no volverá a aparecer en sus películas, siendo además la única vez que al final, no lo vemos alejarse en soledad por la carretera.

La tercera realización fue "El Gran Dictador" (1940). En 1937, Alexander Korda el productor de joyas del cine de aventuras como "El Ladrón de Bagdad" (1940), le hizo ver a Chaplin que había nacido el mismo año que Hitler, con cuatro días de diferencia, y que no estaría mal que parodiara al siniestro personaje que llevaba el mismo bigote que él. A Chaplin le entusiasmó la idea y para 1938 ya tenía una sinopsis avanzada del guion, que terminaría casi dos años después a principios de 1939. Sin embargo, el ambiente fue bastante hostil al proyecto, que se encontró con serios obstáculos y amenazas, pues los nazis contaban con muchos partidarios organizados en EE.UU. Sin embargo, cuando empieza a rodar, pocos días después de que la URSS y Hitler invadiesen Polonia, provocando el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el ambiente cambió por completo y posteriormente el Gobierno tuvo prisa por terminar el rodaje cuanto antes, para animar el reclutamiento de soldados. El argumento gira en torno al gran parecido entre un dictador que arrasa Europa, un tal Hinkel, y un barbero judío, que es confundido con él. Atesora secuencias para la historia del cine como la del baile con la esfera del mundo y por supuesto el discurso final donde Chaplin subraya el humanismo que siempre ha imperado en su obra. Censurada en muchos países, como la Argentina de Perón o la España franquista, recibió la admiración de grandes figuras como André Bazin o Eisenstein.


El ocaso

Tras una época de grandes éxitos, Chaplin quiere dar un giro a su carrera y se embarca en un nuevo proyecto, abandonando definitivamente el personaje del vagabundo. Un día apareció en su casa Orson Welles y le propuso realizar un documental sobre Henri Landru, un asesino de mujeres que se casaba con ellas previamente para robarles su fortuna y que fue ejecutado en 1922. Al final, Chaplin se decide a realizar una nueva película inspirada en esa idea. Así nacería "Monsieur Verdoux" (1947). Animado de un espíritu critico hacia la sociedad de la época, tuvo serios problemas con el Comité de Actividades Antiamericanas y con la Legión Católica, ya que en su defensa Verdoux se justificaba de sus asesinatos por comparación con los crímenes cometidos en una guerra. Aunque obtuvo el apoyo del público, la oposición de la cadena de periódicos de Hearst impidió que pudiera salvar a la United Artists de la quiebra. Film que requiere de un visionado con ojos modernos y que llevó a Renoir a decir, que estábamos ante una de las grandes creaciones artísticas de la civilización y a la que el propio Chaplin consideraba “la más inteligente y la mas brillante de las que había hecho”.

Tras los disgustos recibidos por su obra anterior, Chaplin con 63 años, vuelve al humor envuelto en el melodrama con "Candilejas" (1952). Rodada en blanco y negro pese al auge del color, cuenta con la colaboración de Buster Keaton, otro de esos artistas que, como antes decíamos al hablar de Marcelino, no supo adaptarse al cambio de época. Inspirándose en otro trágico caso real, el del cómico Frank Tinney, tiene secuencias inolvidables, como la única actuación conjunta con Keaton, que de hecho es su despedida de la pantomima, o la del domador de pulgas, y especialmente la secuencia final con una de las melodías mas míticas de la historia del cine, ganando el Oscar por la banda sonora. Rodada con la cámara sin apenas movimiento y con el apoyo de primeros planos, deja en libertad al gran artista que era Chaplin, para que se exprese en la pantalla y nos embriague de emoción.


El final

En la ultima etapa rueda dos producciones británicas de limitado interés, en las que de vez en cuando aparece algún chispazo del genio de Chaplin. "Un rey en Nueva York" (1957), una amable parodia en la que se burla de todos los movimientos censores que le habían perseguido y "La Condesa de Hong Kong" (1966), una comedia de camarotes, con entradas y salidas, en la que cuenta con la participación de Marlon Brando y Sofia Loren. Rodada en color, no es el mejor cierre para una carrera que atesora tantas joyas como hemos visto. [...]





Filmografía

    Portada
    The Immigrant
    Filmoteca de ficción. (EEUU de América, 1917)
    Dirección: Charles Chaplin
    Charlot, un inmigrante que llega a los Estados Unidos procedente de Europa, es acusado falsamente de haber cometido un robo durante la travesía en barco...
    Portada
    Easy Street
    Filmoteca de ficción. (EEUU de América, 1917)
    Dirección: Charles Chaplin
    Charlot se presenta para guardia municipal y consigue el trabajo. Lo malo es que tendrá que encontrar el valor suficiente para enfrentarse a los delincuentes...
    Portada
    The Kid
    Filmoteca de ficción. (EEUU de América, 1921)
    Dirección: Charles Chaplin
    Una mujer londinense, sumamente pobre, se ve en la necesidad de abandonar a su hijo en una casa de millonarios, aunque por una serie de circunstancias el niño terminará siendo cuidado por un vagabundo que se convierte así en su padre...
    Portada
    City Lights
    Filmoteca de ficción. (EEUU de América, 1931)
    Dirección: Charles Chaplin
    Un pobre vagabundo (Charles Chaplin) pasa mil y un avatares para conseguir dinero y ayudar a una pobre chica ciega (Virginia Cherrill) de la que se ha enamorado...
    Portada
    Modern Times
    Filmoteca de ficción. (EEUU de América, 1936)
    Dirección: Charles Chaplin
    Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón...
    Portada
    The Great Dictator
    Filmoteca de ficción. (EEUU de América, 1940)
    Dirección: Charles Chaplin
    Tras haber participado en la I Guerra Mundial como soldado raso de Tomania, un barbero judío amnésico contempla atónito las transformaciones que vienen de mano del fascismo en auge...




Sobre Charles Chaplin

    Portada
    Filmoteca de ficción. (Japón, Italia, Francia, EEUU de América, 1992)
    Dirección: Richard Attenborough
    Biografía del actor y director Charles Chaplin...




Recursos de apoyo


Dario Fo, en "La rabia de Chaplin", publicado originalmente en La Repubblica el 29 de enero de 2007, reproducido y traducido por Sin Permiso el 4 de febrero de 2007, escribió:Sale en estos días Charlie Chaplin. Opiniones de un vagabundo (Minimun Fax, 244 págs., 14 euros). Vaya por delante que Charles Chaplin ha sido con certeza uno de los hombres del espectáculo, y en particular del cine, más importantes del siglo XX. Lo que más me fastidia es el interminable rimero de crónicas de tipo patético, lírico o literario que se han escrito sobre él desde el mismo momento de su muerte. Pescando en ese montón de comentarios, les propongo algunos: «El fondo judío de su arte y de su tristeza indudable, la naturaleza de su humor de doble y triple sentido, es poco accesible al público» (Montale). «Tenía en la sonrisa el llanto del mundo, y en las lágrimas de las cosas hacía bailar la alegría de la vida» (Giovanni Grazzini, en el Corriere della Sera). Y etiquetas hasta el hartazgo: «anarquista-lírico», «individualista-colectivo», «patético», «fantástico», «rebelde», «melancólico», «payaso de la esperanza», «grotesco», «existencialista».

Nadie, nadie, digo, habla nunca de su «rabia».

Chaplin era sobre todo un hombre con un sentido profundamente arraigado del amor y del odio. Odiaba casi con ímpetu el mundo que tenía alrededor, el poder, la máquina del capital. Odiaba el orden del Estado, con sus policías, sus jueces y sus cárceles. Odiaba el orden moral de aquella sociedad, el orden del beneficio comercial, bancario, industrial. El orden religioso con sus hipocresías, sus dogmas y sus falsas esperanzas. Y finalmente, odiaba el orden cultural de la burguesía y del capital, y el orden de sus falsos y a menudo infames mitos.

La Norteamérica convencional, instalada alrededor de los negocios, no le amaba, no le perdonaba sus simpatías comunistas, sus presuntos lazos con Rusia, su presunta falta de patriotismo debida al hecho de no haber querido nunca adoptar la ciudadanía norteamericana. Creo que en muy pocas de las obras de cine y de teatro de los últimos setenta años se puede sentir de manera tan clara tanto odio como el expresado en "Tiempos modernos" ante la lógica de la máquina que mortifica, humilla, aliena y asesina al hombre y a su humanidad.

Nadie mejor que Chaplin ha sabido desarrollar la crítica agresiva, llena de rabia, frente a la ideología de la máquina, y en particular, frente a los métodos de Taylor, es decir, los que explotan al hombre hasta en su gestualidad.

Del mismo modo ha atacado a toda la ideología del moralismo norteamericano, el de la «buena sociedad» que es infame en ciertas aspectos, pero que se resuelve siempre con el buen corazón y la buena voluntad de los humildes: se opuso, en suma, a todo el cine de Frank Capra. Cuando usa el patetismo, Chaplin lo vierte siempre con gran crueldad. Basta recordar el desenlace en verdad cruel de las escenas de Chaplin en "Easy Street", cuando distribuye la comida a los niños hambrientos y arroja el grano en torno como si hubiera muchas gallinas a las que dar de comer. Incluso cuando entra en el juego de la felicidad, siempre lo resuelve en la huída de esta sociedad.

En "La quimera del oro" hay todavía más rabia. E insulto a la gran trampa del capital: «Tengan paciencia, sean buenos, todos podrán un día tener fortuna. La fortuna es la gran madre de esta sociedad que nos hace a todos iguales». Esa interminable caravana que se dirige hacia la «esperanza», hacia la riqueza, hacia el sueño. La historia individual es en cambio la historia de cientos y cientos de angustias, de dificultades, de violencias sufridas, con lo que la historia norteamericana sale de esta película mucho más despiadadamente lastimada que de decenas de películas consideradas «históricas». Y también en este caso, como siempre, Chaplin no partió de hechos imaginarios o literarios, sino de una realidad bien clara y, por lo tanto, nacida y crecida sobre las espaldas y sobre la piel de todos. Como me hace notar Andreina Lombardi Bom, la traductora de este libro, nadie se preocupa de subrayar la rabia de Chaplin contra la sociedad (curiosamente, entre las entrevistas recogidas, no hay ninguna que aluda a "Tiempos modernos"), pero tampoco, y sobre todo, la rabia de la sociedad contra Chaplin, una sociedad ya exacerbada y exageradamente desconfiada de cualquier cosa que oliera a «diferente». La mirada de Chaplin sobre la vida, sobre las relaciones entre los hombres, también sobre la economía y la política, era demasiado heterodoxa como para que la autocomplaciente Norteamérica de la posguerra no se resintiera; y el atacado respondió.

Y me permito, a mi vez, agregar que el cine todo de Chaplin recupera temas y modos que están en el origen del mundo de los payasos. Los grandes payasos no han desarrollado jamás su arte como si tuviera el fin en sí mismo, es decir, como puro divertimento. Por ejemplo, el payaso fijo del teatro nace, en el siglo XIX, del personaje del operario destinado al trabajo de mantenimiento de jaulas y trapecios. O sea, el mozo de cuerda, «el eterno menor de edad»: sobre él se yerque siempre amenazante la figura del director del circo, que lo trata como a un siervo, que no le permite beber, que no le deja acercarse a las bailarinas, que no le consiente amar. Es un desheredado, un inferior, hombre de carga sin siquiera derecho a gozar de la fantasía propia del circo.

Es un diferente. Y el juego que desarrolla es siempre el mismo, ya le obliguen a sustituir al hombre bala o a meterse en la jaula de los leones persuadido de que son de mentira y presto a hacer las cosas más inauditas con estos leones que cree ficticios. Esta es la clave de la violencia, del terror, del engaño, del verse obligado a ganarse la vida a cualquier costo. Lo que importa no es ya vivir, sino sobrevivir. Cuando luego el payaso se da cuenta de que los leones son de verdad y están famélicos, no tiene sino continuar su juego porque, fuera de la jaula y a modo de chantaje, está su mujer, están sus hijos (payasines, tal vez enanos), que piden de comer mientras el director grita: «¡Si no terminas el número y el público no se ríe, te echo sin darte un céntimo!». Pero muchos han hecho intentos desesperados por presentar a Charlie Chaplin como un poeta aislado, y lo han descrito como «un pequeño judío individualista», como «un anarquista-lírico» que expresa un arte tan elevado, «de doble y triple sentido», «que se vuelve un arte para pocos». Lo describen como un diferente, pero también como un excelso, un genio descollante por encima de las «limitaciones» de una masa de iguales.

No saben ni quieren saber que los diferentes que personifica Charlot eran en Norteamérica, y lo siguen siendo, el 70 o el 80 por ciento de esa sociedad. El pequeño vagabundo representa al judío, al turco, al italiano, al irlandés, al español, por no hablar de los mestizos, los negros y los hispanos, a todos quienes se ven forzados a subir una cuesta erizada por las dificultades y los estorbos de la lengua, de los usos y de la expresión de una sociedad que los atenaza, los acoge, los repele, los explota, los manipula como objetos, los aplasta y los tira. No olvidemos que con la oleada de los inmigrantes, de los diferentes, la sociedad norteamericana dobló su número (fenómeno nunca ocurrido en parte alguna del mundo: basta pensar que, sólo de Italia, partieron algo así como 8 millones de desesperados en poquísimos años; y así también en Grecia, en Turquía, en Francia, en España; por doquier). Precisamente la llegada de estos diferentes, y de tanta gente obligada a dar el salto mortal para mantenerse con vida, fue el signo característico de una nueva sociedad cruel y monstruosa que, sin embargo, daba en el drama espacio a la esperanza.

Chaplin siempre se sintió el campeón de este pueblo de desechos, siempre quiso sentir su pulso: la prueba es que finalizado el primer montaje de cada película, lo proyectaba en público -público periférico y popular- para sentir los ritmos, verificar los tiempos, la aceptación o el rechazo de las pausas. Yo creo que Chaplin trabajaba con el público metido en la cámara. Chaplin siempre actuó como en el teatro, como si hubiera una platea que le marcara el ritmo.

Pero ahora hablemos de la decadencia: el problema de fondo es el discurso ideológico, la toma de posición del especialista. El ejemplo: Chaplin, que veinte años antes se preocupó por la guerra mundial, por el nazismo, las masacres, la violencia del poder en todas sus formas, no hizo lo propio en lo que respecta a Vietnam. Aun teniendo la posibilidad, los medios y la autoridad para intervenir. Como ignoró el problema de Palestina y las otras cuitas del mundo tras la guerra. Dejó de lado lo que había sido clave fundamental de su discurso, la crónica escurril de la realidad, y se arrellanó en otra dimensión, ciertamente más grata al poder.

Recordaré para terminar a una mujer calabresa, una campesina que, entrevistada por la televisión, dejó dicho: «Charlot era un tipo capaz de hacernos llorar por cosas de las que normalmente nos reímos, y de hacernos reír con cosas que nos hacen llorar. Era uno que hablaba de nosotros, porque era uno de nosotros».


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