Dedicado con cariño a mi Zakaria, Josemi,
expulsado de su grupo de referencia,
y fuente de estima,
por aspirantes a la chiquiburguesía
y normativizantes conductuales
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expulsado de su grupo de referencia,
y fuente de estima,
por aspirantes a la chiquiburguesía
y normativizantes conductuales
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Hijos de la ultraderecha
Danmarks sønner
Ulaa Salim (Dinamarca, 2019) [120 min]
(wikipedia | filmaffinity)
Danmarks sønner
Ulaa Salim (Dinamarca, 2019) [120 min]
(wikipedia | filmaffinity)
Sinopsis:
- [propia] Copenhague (Dinamarca), 2024. Un atentado salafista en el metro se lleva por delante la vida de veintitrés personas. Esto da argumentos a una nueva formación alt-right, el Movimiento Nacional, que, un año más tarde, con su discurso de orden y expulsión de migrantes, bordea la victoria electoral. También da argumentos a Hijos de Dinamarca, una organización fascista de viejo cuño y acción directa violenta, que está sembrando el terror entre los inmigrantes. Zakaria, 19 años, iraquí, refugiado, desempleado, no aguanta más y se pone en contacto con una organización salafista dispuesta a devolver los golpes.
Comentario personal:
- Describe muy bien la fascistización tal y como se está dando, sin tirar de clichés de los años 30 del XX. Eso hace de esta aproximación al problema un producto fresco y mucho más serio por probable que distopías como "El cuento de la criada". Mi memoria la ha emparentado con pelis de temática IRA ("Agenda oculta", "Hunger") por comprender la genealogía de la violencia, el trasfondo carcelario, la evolución de los personajes con caída de vendas incluida y el esqueleto del Estado.
En la primera mitad de la película, vivimos ese proceso a través de los ojos del rol refugiado/inmigrante. No estamos acostumbrados, la aproximación en la ficción a la fascistización y casi a cualquier cosa se suele hacer a través de un personaje con el que los euro-estadounidenses podamos identificarnos (v. "Desaparecido"), mientras que al villano árabe se le fulmina con cuatro trazos (v. "Reel bads arabs"). Pero Zakaria no es ningún descerebrado. Canta, bebe, se emociona, es moderno, amigo de sus amigos, no es distinto a cualquier chico blanco danés de su misma clase social. Es cariñoso, hospitalario y responsable. Se politiza por amor; a su madre, su padre, su hermano; y por la compasión por los que son como él y han llegado a Dinamarca para ocupar el penúltimo peldaño social. Demuestra una conciencia de clase descomunal («no valemos nada y un día van a destrozar lo que no valga nada»). No confunde la política con la religión («esto no tiene que ver con Alá, sino con un millón de iraquíes asesinados [...] no me hables de Alá, mira cómo está el mundo»). No odia a los daneses blancos, sino a los belicistas y supremacistas (destroza un local nazi). Está puesto todo en bandeja para hacer ver que el Zakaria salafista no existiría sin las guerras imperiales que le expulsaron de Iraq y el rechazo de la sociedad danesa que no se hace cargo de los costes de su colonialismo.
También es producto del abandono del socialismo europeo. En su región de origen, el salafismo/wahabismo ha barrido las organizaciones socialistas y nacionalistas laicas; en los países europeos, las ha barrido "el diálogo social" y la incapacidad de adecuarse a las mutaciones sociales. Zakaria lee las raíces del problema mejor que la media porque las ha conectado a través de su experiencia en dos mundos (Iraq vs. Dinamarca). Las diferencias con el niñato Breivik, que se ha montado una fantasía de elfos y orcos entre las cuatro paredes de su habitación, saltan a la vista. Pero como no tenemos ni un triste sindicato que ofrecerle para canalizar su desesperación, Zakaria es absorbido por el fascismo panárabe. Un sindicato del que no avergonzarse sería:
- no elitista, esto es, no sostenido por la aristocracia militante (funcionarios, parejas/familias militantes, estudiantes y estatus similares), lo que puede corregirse recuperando la idea de liberación, no como salario directo, sino como exoneración del tiempo de trabajo asalariado mediante la fórmula del apoyo mutuo (limpia la casa del compa, hazle la compra al compa, cuida de los críos del compa, etc.) razonada a partir de la crítica de la economía política y el anticapacitismo, y trabajando una ética relacional no optativa de fundamento materialista que haga la organización habitable, en vez de ser un factor más de estrés para el sujeto proletarizado;
- no normativizante, que no jerarquice a las personas en su organigrama en función de los modelos y convenciones sociales, subordinando a gente como Zakaria por puntuar bajo en la escala de lo normal (sin estudios, sin trabajo) y que tampoco le penalice o chantajee por ello;
- no sexista, para que el salafismo no se cuele y las mujeres del entorno de Zakaria se puedan sumar, empezando por enseñarle corresponsabilidad en el hogar para liberar tiempo de trabajo materno, o para que Zakaria encuentre en el sindicato un punto de apoyo para salir del armario si tal es su necesidad, la de desnormativizarse, porque un lugar de aceptación tal y como somos, sin máscaras, es un sello de calidad en liberación social, siempre que ese deseo no sobrepase la línea roja, dominar y explotar, y también porque esa represión, aún autoimpuesta, puede cortocircuitar la economía libidinal de una organización al buscar sobrecompensarse de un modo político, es decir, como no puedo realizarme en el sexo, me convierto en un impenitente estajanovista o un tiranillo doméstico, normativizador de los otros y de mí mismo, porque en algún lugar tengo que poner la energía excedente;
- independiente de clase, que haga de la clase su propio eje de referencia y así no oscile conforme a los mensajes (chantajes) gubernamentales de izquierda, ni a ideologías PYME, que romantizan a los explotadores de barrio, lubrican los sueños aspiracionales de clase media (el Quinceeme ha sido un ascensor moderado para muchos líderes en todas las escalas) y canonizan los relatitos de superación personal en una clave que suena cada vez más calvinista y meritócrata;
- no maximalista, es decir, que ayude a explorar a Zakaria su potencia política desde los lugares sociales que ya ocupa independientemente de su valor estratégico y acompañe el desarrollo de esas destrezas como si fuera la tarea más elevada.
- "Explorar su potencia política" no es ponerle a repartir panfletos ni a servir copas en la feria o el centro social, tampoco que venda lotería o chapas de mierda a sus vecinos, ni mandarle a hacer bulto en concentraciones en nombre de la organización, sino el diseño de estrategias personalizadas de alcance colectivo tras una profunda, lenta, respetuosa, procesual, a veces dolorosa, no glamourosa, sin apriorismos radiografía de las tensiones (contradicciones) que le atraviesan como sujeto social. Hay mucha diferencia entre los procesos de subjetivización derivados de un modelo u otro de compromiso; el del "agente secreto del partido en misión especial" predispone a un sentido plomizo de la trascendencia, con lo que el deseo decae cuando las expectativas caen, mientras que el que compromete al sujeto con sus contradicciones le da consistencia a largo plazo y un carácter más humilde. A bote pronto, se me ocurre que Zakaria daría un juego político más provechoso trabajando la vulnerabilidad de su hermanito y extrapolando las claves de esa experiencia al sindicato, con la orientación de compas que sepan trabajar esa intimidad. O conectando en reivindicaciones compartidas o prácticas comunales las desesperanzas de su megabloque de viviendas puerta por puerta, ese hormiguero del que vemos la fachada y el vestíbulo en la secuencia inicial de la cabeza de cerdo y que presupongo una identidad territorial por sí sola. O, si le interesara el Islam, que no parece el caso, podría encontrarse en algún espacio de diálogo interreligioso con jóvenes obreros cristianos para una revisión no reaccionaria de la vida desde lecturas teológicas (filosóficas, éticas), lo que le sacaría de sus referencias endógenas barriales para vincularle con el conjunto de la clase y le ayudaría a regular subjetivamente el capital social (contactos, prestigio) adquirido en las otras tareas.
Para todo esto necesitaría de una línea general, un plan al que conectarse, para que no sea como un gato peleando panza arriba, e instituciones de acompañamiento entre iguales que cumplan mínimo estos cinco parámetros. Es más difícil de lo que parece, porque la ideología empresaria que los corrompe pesa mucho y está naturalizada en la izquierda. En la película lo vemos en Hassan, el líder salafista: su poder político está ligado ¡¡a su poder de contratación!! Tiene a toda la juventud salafista trabajando para su pequeño negocio, con lo que el lugar del empresario se solapa con el lugar del político. Pasa a menudo en nuestras filas y a falta de un #metoo rojo a pocos les alarma. Eso no es independencia de clase. Zakaria no necesita a Hassan para nada. Esta movida en la que Hassan le mete anteponiendo el proyecto panárabe (foco regional descolonizado de acumulación de capital) al proyecto de clase (emancipación internacional del trabajo con estrategias cualesquiera) termina por centrifugarle. Hassan no desarrolla la potencia política de Zakaria desde la vulnerabilidad de su condición, sino desde su ambición personal, que es la de asemejarse a un jeque (afinidad empresarial), que el jeque salve la dignidad nacional de los árabes y rumiaciones del estilo. No hay diferencia lógica entre este empresario y los que le dicen a Zakaria que su papel es abultar como un cuerpo muerto la unidad de las izquierdas para frenar a la derecha, a lo más montar asociaciones y colectivos muleta de las políticas de los héroes que están en primera línea (donde el jeque, la aristocracia militante o el cargo público de izquierda, que con su sacrificio nos redime a todos). Mientras escribo estas líneas, es fácil ver a Zakaria en mi tierra: los estallidos prepospandemia de una juventud empobrecida (Linares, Hasél), con el Quinceeme agotado y olvidado (sus direcciones clasemedianas, su vía pacífica).
En el ecuador de la película hay un relevo en el protagonismo que no se ve venir, hacia Ali, gracias al que se despliegan ideas verdaderamente fuertes. Hago un comentario superficial de varios destellos.
En primer lugar, se hace ver que el Movimiento Nacional e Hijos de Dinamarca son organizaciones separadas que se reparten las tareas. HD es como las SA para Hitler, o el falangismo para Franco; aborta con su violencia callejera cualquier oposición pacífica de masas. El MN, por el contrario, es ese populismo de derechas, ese catch-all-party, que reacomoda las ideas del fascismo de siempre estilizando su lenguaje y estética. HD existe para que el MN se presente como el recambio moderado. Lo dice el dirigente salafista (por momentos parece baasista) que recluta a Zakaria: «[Nordahl] era un don nadie en Hijos de Dinamarca y ahora... su partido [el Movimiento Nacional] se está convirtiendo en el principal de Dinamarca». En la película la relación HD/MN queda como ambigua. Y es que esta división del trabajo no tiene porqué ser premeditada, puede ser una carambola político-ideológica. Pero sucede. El KKK se vino arriba con la victoria de Trump, por ejemplo, no hacen falta conexiones orgánicas, un plan oculto. De afirmar la distancia y respetabilidad de estos frentes electorales se encargan los medios de comunicación masiva. En España la prensa y la comedia han blanqueado mucho a Vox (una formación no fascista, de ultraderecha liberal, que ya gobernó sin ese nombre en 2000-2004, con el mismo marco de invasiones y atentados que relata esta película). La propia mujer de Ali se ríe de las ocurrencias de Nordahl en un programa de televisión. Ali no se ríe. Ali sabe.
En segundo lugar, se muestra el carácter de clase del estado cuando la policía decide que la prioridad no es el fascismo local de clase alta, sino el extranjero que recluta a sus bases entre los obreros. Ese momento es de matrícula de honor. El grueso de atentados en Centroeuropa y países nórdicos no son hasta el día de hoy de wahabitas-salafistas, sino de supremacistas blancos, como el de Utoya. Sin embargo, cuando oímos hablar de seguridad ciudadana, nunca escuchamos otra cosa que no sea salafismo. Eso es porque al estado no le incomoda tanto la ultraderecha doméstica.
En tercer lugar, deja una advertencia para la militancia. La seguridad no es un problema individual, sino colectivo. La seguridad de cada uno de nosotros compromete al resto. No hay más que pensar en el efecto dominó de una redada. Ali tarda demasiado en comprenderlo. A diferencia de otros tiempos, no nos tiene que dar miedo la policía, sino los fascistas. Son tipos peligrosos, muy motivados, que no reivindican sus atentados, incluso los planean para que no se pueda saber que han sido ellos, como en el caso de la película "En la sombra", porque su objetivo es aterrorizar de verdad, no promocionarse. Tienen mucho más claro que la izquierda que el objetivo no es agitar banderas, sino reprogramar la sociedad.
En la militancia sigue instalada la ética superheroica y se ha potenciado el individualismo de red (ej: PI duplica en redes los seguidores de su partido, pero esto se da a cualquier escala, en la más básica), lo que perjudica la idea de que es el partido, la acción organizada, el que propicia cambios duraderos. Como en el resto de esferas de la vida, en esto también somos ya empresarios de nosotros mismos. En las primeras primarias de Podemos vimos a decenas de miles de personas entregar su CV activista como si fuera un CV laboral. Estaban adornados, exagerados hasta el bochorno; cada uno era un arte de make-up digital para diferenciarse de los demás aspirantes. Esto hace muy difícil que la propia militancia dé su consentimiento a formas de disciplina colectiva, porque en tanto esta nos pone a todos bajo el principio de la planificación estratégica obstaculiza el juego de venderte como sujeto único, original, con un relato que nos separe de los demás. El mismo principio se incrusta en nuestra concepción de la autodefensa. El sujeto carga sobre sus espaldas la responsabilidad de su seguridad personal. Por eso huye a un chalé en Madagascar, sin que nadie le ofrezca una alternativa realista, o subestima las amenazas en forocoches de la horda incel, sin que nadie le convenza de que es una temeridad. Hasta que un día entran en nuestra casa, nos rocían la cara con ácido y acribillan a nuestro hijo. Tampoco pasará nada: añadiremos carita triste al estado de red y un héroe al panteón, para que otros militantes tengan un dios al que sacrificarse nuevamente y un tonto nerudo material para un rap. De mayor quiero morir de un tiro en la frente, es... es tan alentador. Establecer protocolos colectivos, acompañar, montar un dispositivo de seguridad orgánico sería colectivismo, comunitarismo, corporativismo, un insano gregarismo. Que es, como morir de aburrimiento en el metro de Moscú, mucho peor que ceder la libertad de sentir nuestra piel derretirse al contacto con el químico.
- Otras referencias
- Ernesto Castro: "La derecha iliberal en Escandinavia: black metal contra la Unión Europea", en Jot Down, el 4 de septiembre de 2017.
Ficha técnica
- Formato: Largometraje.
Guión: Ulaa Salim.
Música: Lewand Othman.
Fotografía: Eddie Klint.
Productora: Hyæne Film, Det Danske Filminstitut.
Reparto:
- Mohammed Ismail Mohammed (Zakaria Ayub).
- Zaki Youssef (Ali / Malik Amin).
- Asil Mohamad Habib (la madre de Zakaria).
- Ivan Alan Ali (el hermanito de Zakaria).
- Imad Abul-Foul (Hassan Mahmoud, dirigente salafista).
- Rasmus Bjerg (Martin Nordahl, dirigente del Movimiento Nacional).
- Olaf Johannessen (Jon, director del PET).
- Morten Holst (Tobias / Christian, agente infiltrado del PET).
- Özlem Saglanmak (Mariam, pareja de Ali).
- Elliott Crosset Hove.
Premios:
- 2019: Festival de Rotterdam: Selección oficial largometrajes a concurso.
Idioma original: Danés, árabe.
Secuencias
HDRip 720p VO - MKV [712 Mb] (fuente: emule)
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Subtítulos: castellano (argenteam)
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