Sinopsis:
- [propia] Oslo (Noruega), 22 de julio de 2011. Un pequeño empresario y militante de extrema derecha activa una bomba en el distrito gubernamental para distraer a la policía de su verdadero objetivo: atentar contra el campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista Noruego que se celebra en la isla de Utoya. Tras asesinar a 69 militantes socialdemócratas al grito de "morid, marxistas", y ser reducido, el perpetrador Anders Breivik tiene que enfrentarse al juicio.
Comentario personal:
- Lo más valioso para mí es el hilo que une al divulgador ultraderechista y a Breivik, prueba del agotamiento socialdemócrata, que ha creado espejismos de bienestar en las sociedades del norte mientras el resto del mundo ardía o se agrietaba, naturalizando en sus hijos la creencia de que es legítimo vivir por encima y a costa de los demás como si se tratara de un derecho feudal / territorial de nacimiento, y no de un pacto social ya caducado.
El locutor ultra se desentiende del incel Breivik tras haberlo reclutado tácitamente con su propaganda conspiranoica. Ha cumplido su función, que era agitar el avispero, marcar las líneas rojas para el estado ("frenad el multicultarismo forzado ya"), y a partir de ahí puede pudrirse en la cárcel, conforme, sin rechistar, con la falsa sensación de plenitud que le da creerse un cruzado. "Creerse": por eso es tan importante para él que los suyos aprueben su hazaña, le reconozcan, porque sin esto el edificio de su identidad se derrumba. ¿Mantendrá la misma convicción neurótica tras diez años en régimen de aislamiento? Este chico no es un proletario, la celda igual es una prolongación de su hábitat de hikikomori donde seguir retroalimentándose que una penalidad que le vaya laminando el carácter, gota a gota. Su encarcelamiento no soluciona el problema para la sociedad noruega, en tanto no disuade a otros cruzados generados en la soledad de sus terminales digitales, ni tiene importancia para la estrategia política del gran capital que la financia, para la que el reemplazo de soldados llegará en forma de otros incel con las mismas carencias.
La salida pasa por el internacionalismo y el feminismo. Internacionalismo para revertir un antagonismo artificial entre sujetos que están más cerca entre sí por su condición social que de los que les mandan a matarse. Feminismo para relajar los imperativos de género que hacen de destacar un objetivo vital de primer orden, al cargarse la idea de que un hombre completa su sentido, el respeto de la tribu, cuando se eleva (impone) sobre los demás.
Más anecdótico. Durante el juicio, se dice que la policía estaba despistada, que tardó en reaccionar. ¿Nadie se pregunta si no sería conveniente que una organización juvenil de izquierda tuviera medidas de seguridad propias, un mínimo dispositivo de autodefensa? Está muy bien demandarle protección al estado, pero no se le puede fiar todo, porque sus prioridades bailan y nosotros tenemos que vivir.
Luis Roca Jusmet, en "Una mirada serena sobre el horror", en Filmaffinity, el 20 de octubre de 2018, escribió:El director Paul Greengrass nos muestra, con mirada serena y reflexiva, la cara del horror. Los terribles asesinatos que el año 2011 cometió en Noruega un terrorista fascista: casi setenta muertos y más de doscientos heridos, todos ellos adolescentes. Los mató a sangre fría. Antes había hecho explotar una camioneta cerca de la oficina del primer ministro laborista, con otros ocho muertos. La maestría está en ser capaz de filmar, con una gran dureza y realismo, el itinerario de la masacre. Sin piedad, con mirada precisa, sin vacilaciones. La destrucción sin paliativos. Pero por otro lado es capaz de huir del efectismo y del discurso moralizante.
El problema que pone de manifiesto es la radical ambigüedad del acto. Muchas son las preguntas: ¿un acto político o es responsable subjetivamente de su acción un psicótico que es consciente de lo que hace?, ¿lo es penalmente?, ¿dónde acaban los derechos de los que no respetan los derechos de los otros?
El filme tiene la habilidad de combinar tres miradas: la de la víctima, la del criminal y la del abogado defensor de un criminal. La mirada del abogado nos permite la contención de la distancia, la capacidad de que la indignación no ciegue nuestra mirada. El abogado acepta por principios la defensa de quien niega brutalmente todos sus principios. Es la primera paradoja. La víctima es la mirada de la incomprensión hacia el absurdo que casi le destruye, la del odio justo a quien le ha causado tanto dolor y ha provocado tanta destrucción. La mirada del criminal es la del odio transformado en violencia fanática. No es violencia gratuita, ya que, efectivamente, hay detrás de su acto una posición política. Es el terrorismo político: el del yihadismo, el de ETA, el del fascismo. El del que cree que un ideal justifica la matanza indiscriminada. Por supuesto que hay más, hay el goce narcisista de la pulsión de muerte.
Posiblemente el diagnóstico de esquizofrenia paranoide no sea acertado. En todo caso un psicótico, con el narcisismo y la certeza que implica, con el discurso delirante que implica sin que llegue a lo alucinatorio o a la pérdida del sentido de lo real. Pero con conciencia y responsabilidad de las consecuencias de sus actos.
Magnífica interpretación de Jonas Strand Gravili y de Anders Danielsen Lie, inquietante dúo de lo más humano y lo más deshumanizado que hay en nosotros.
- Otras referencias
- Ernesto Castro: "La derecha iliberal en Escandinavia: black metal contra la Unión Europea", en Jot Down, el 4 de septiembre de 2017.
Feo: "El primer ataque incel – La masacre de Tsuyama", en La Filmoteca Maldita, 11 de septiembre de 2022.
- Miquel Ramos: "Ocho años de la matanza de Utoya: la evolución del terrorismo neonazi", en La Marea, el 23 de julio de 2019.
Ficha técnica
- Formato: Largometraje.
Guión: Paul Greengrass.
Música: Sune Martin.
Fotografía: Pål Ulvik Rokseth.
Productora: Co-production Estados Unidos-Noruega-Islandia; Scott Rudin Productions (Distribuidora: Netflix).
Reparto:
- Jonas Strand Gravli (Viljar Hanssen).
- Anders Danielsen Lie (Anders Behring Breivik).
- Jon Øigarden (Geir Lippestad).
- Thorbjørn Harr (Sveinn Are Hanssen).
- Ola G. Furuseth (Primer Ministro Jens Stoltenberg).
- Ulrikke Hansen Døvigen (Inga Bejer Engh).
- Isak Bakli Aglen (Torje Hanssen).
- Maria Bock (Christin Kristoffersen).
- Tone Danielsen (Jueza Wenche Arntzen).
- Sonja Sofie Sinding (Lycke Lippestad).
- Turid Gunnes (Mette Larsen).
- Kenan Ibrahamefendic (Dr. Kolberg).
- Monica Borg Fure (Monica Bøsei).
- Ingrid Enger Damon (Alexandra Bech Gjørv).
- Seda Witt (Lara Rashid).
- Anja Maria Svenkerud (Siv Hallgren).
- Hasse Lindmo (Svein Holden).
Premios:
- 2018: Festival de Venecia: Sección oficial largometrajes a concurso.
2018: National Board of Review (NBR): Premio a la libertad de expresión.
Idioma original: Inglés, noruego.
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Subtítulos: incluidos en castellano e inglés
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